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Planificación urbana, ¿dónde están los líderes? por Luis Alonso

  • Foto del escritor: INSOSA
    INSOSA
  • 6 oct 2019
  • 3 Min. de lectura

Luis Alonso, Arquitecto

EL MERCURIO – 

Después de los tres años en que he tenido ya la suerte, el honor y el placer de residir en Chile, no dejo de sorprenderme por la falta de apuestas a largo plazo, en factores tan trascendentes como los derivados de la necesaria cohesión social.

Como arquitecto, que vivo a caballo de Barcelona y Santiago, con oficinas en seis diferentes países, no conozco mejores instrumentos para tal cohesión que la propia arquitectura en su tarea de planificación urbanística y de desarrollo del espacio público. Instrumentos que estamos aplicando en muy diferentes países, con éxito contrastado y, por supuesto, con independencia del color político gobernante.


Barcelona tuvo la suerte de tener un político como Pasqual Maragall, a finales de los 80 y década de los 90, quien apostó firme y decididamente por potenciar la ciudad, y por tanto a su ciudadanía, a través de una planificación urbanística, pensada para generar la necesaria y fundamental cohesión social. Su enorme y extraordinario “amueblamiento” intelectual le permitió visionar claramente el problema, y la vía de la solución: la arquitectura y la planificación urbanística.


Maragall fue consciente, y el tiempo le ha dado la razón, de que a través de la planificación, el espacio público y el transporte público de calidad (véase única y exclusivamente el metro), podía generarse esa transformación social que generase la necesaria cohesión social.


La calidad del espacio público no era tan solo un problema estético, sino ético; no era un derroche, sino un mecanismo de justicia y cohesión social.


Hoy en día Barcelona es un fenómeno mundial, reconocida sin duda como una ciudad cohesionada, amable para el ciudadano y para el turista (incluso con problemas derivados del “morir de éxito” por exceso de visitantes, en una proporción de más de cuatro visitantes por habitante), vivible, en una palabra, y que recoge todas las bondades que la ciudad ha de proporcionar al ciudadano. Y entre las claves: la promiscuidad funcional, la calidad del espacio público y el transporte del metro. Los arquitectos hemos tenido allí una enorme responsabilidad social, y siempre tenemos la obligación de dar “liebre por gato”, es decir, más de lo que se puede esperar de nuestro trabajo… Pero hemos necesitado del apoyo político y social.


Y veo Santiago, una metrópolis de más de siete millones de habitantes, donde la planificación urbanística sigue siendo una asignatura pendiente, que no puede dilatarse más en el tiempo.


Veo planes reguladores que se confunden con la auténtica planificación urbanística, y veo falta de decisión política para la planificación a largo plazo. Un auténtico plan urbanístico se demora no menos de 15 años en su desarrollo, y ello ha de comportar decisiones políticas, al margen de colores políticos o de legislaturas, pues los beneficios se recogerán en la próxima generación. Adiós, por favor, a la visión cortoplacista.

Veo falta de cohesión social, veo guetos unifuncionales, con falta de criterio urbanístico y moral, en zonas de extraordinario valor estratégico, con buenas conexiones de transporte (caso de Estación Central, tan comentado en estos días), pero no veo planificación de largo plazo. Es un tema de pensar la ciudad como un todo, donde el ciudadano pueda ejercer sus derechos sociales y ambientales. Y sigo viendo los autos como los reyes del espacio urbano. Y no veo la necesaria promiscuidad funcional cohesionadora y sostenible (mezclas de usos en barrios y en edificios).


Una ciudad con futuro no es una ciudad donde la población más desfavorecida económicamente pueda moverse en su propio auto, sino una ciudad donde la clase privilegiada económicamente pueda incluso desplazarse en transporte público y habitar los espacios urbanos.


Me gustaría, me encantaría ver debates y planes en tal sentido en las próximas elecciones chilenas. Un país con las magníficas condiciones que tiene Chile no puede, ni debe, permitirse seguir pensando en el corto plazo.


Como maratonista que he sido por muchos años, siempre me gusta decir que si quieres ir muy rápido, lo mejor es que vayas tú solo; pero si lo que quieres es ir muy lejos, lo mejor es que vayas con un buen equipo. ¿Y si en lugar de tanto competir, intentásemos colaborar en temas estratégicos de país?


Y esto lo dice alguien de fuera, un profundo enamorado de esta tierra con tantas posibilidades. No lo demoremos, Chile ha de contar con políticos dispuestos a impulsar y consensuar una planificación urbana a largo plazo; si no, la cohesión social seguirá siendo un sueño lejano.


¿Dónde están los debates, las propuestas y los líderes que verdaderamente impulsarán este cambio?



 
 
 

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